Al iniciarnos en la cuaresma el próximo 25 de febrero con el miércoles de ceniza, los cristianos nos prepararemos desde la conversión a celebrar el misterio de la Pascua, que es clave de nuestra esperanza.
Carta del Obispo de Posadas – 7º domingo del año – 22.02.09
Por Mons. Juan Rubén Martínez
El próximo miércoles 25 celebramos el inicio del tiempo cuaresmal, y durante varias semanas nos prepararemos para celebrar “la Pascua”, el misterio de la muerte y la “Vida” de Jesucristo, el Señor. Misterio en que la “Vida” triunfa sobre la muerte. “La Pascua”, es causa de la esperanza para los cristianos.
Los textos bíblicos de este domingo nos ayudan a reflexionar sobre la esperanza. El texto del profeta Isaías que leemos en la primera lectura nos sitúa en un contexto adverso para el pueblo de Israel que padecía la esclavitud en el exilio, pero el profeta anuncia la esperanza del regreso a su tierra: “Pues bien, he aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconocéis?. Sí, pongo en el desierto un camino, ríos en el páramo” (Is. 43,19). Más adelante el profeta señala la bendición para Israel, y subraya que no hay más que un Dios: “… Yo soy el primero y el último, fuera de mí, no hay ningún dios…” (Is. 44,6) y denuncia las idolatrías: “¡esculturas de ídolos! Todos ellos son vacuidad…” (Is. 44,9).
La esperanza también está plenamente señalada con los milagros de Jesucristo, el Señor. Los milagros significan que el Reino está entre nosotros. El relato de este domingo (Mc. 12,1-12), nos presenta la curación de un paralítico, pero sobre todo el texto subraya la fe de la gente que se acerca a Jesús: “Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados…” y ante los escribas que se escandalizaban de Jesús, el Señor les dice: “Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra el poder de perdonar pecados –dice al paralítico- A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Mc. 12,5.10-12).
Al iniciarnos en la cuaresma el próximo 25 de febrero con el miércoles de ceniza, los cristianos nos prepararemos desde la conversión a celebrar el misterio de la Pascua, que es clave de nuestra esperanza. Me alegra saber que la mayoría de nuestras localidades y también sus autoridades, intendentes y otros funcionarios, han comprendido la significación de estas fechas importantes para la mayor parte de la población, que somos cristianos y han hecho, que los carnavales concluyan antes del próximo 25. Es llamativo que los carnavales más importantes del mundo de Río, en Brasil, también respetan habitualmente esta fecha y terminan antes del miércoles de ceniza.
Al prepararnos para celebrar la Pascua, nos fortaleceremos en la esperanza cristiana. A veces perdemos el sentido profundo de la esperanza y la entendemos solo como logros a darse a corto plazo, sin captar que la esperanza nos ubica como peregrinos que tenemos nuestra meta en el encuentro definitivo con nuestro Padre Dios. Este sentido trascendente de la esperanza nos compromete a trabajar más activamente para mejorar nuestro tiempo. El documento “Jesucristo, Señor de la historia”, de la Conferencia Episcopal Argentina, nos señala: “Una cosa hay cierta para los creyentes: el conjunto de esfuerzo realizado por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida responde a la voluntad de Dios. Esta enseñanza vale igualmente para los quehaceres más ordinarios de la vida. Por eso, las personas que mediante su trabajo procuran el sustento para sí y su familia y realizan generosamente una tarea en la sociedad, desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen a que se cumplan los designios de Dios en la historia de nuestra patria. Más aún, creemos que nuestro trabajo cotidiano prepara el “material del reino de los cielos” (G.S.38) y que todos los frutos de nuestro esfuerzo, realizados con la ayuda del Espíritu de Jesucristo, “volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados” en el reino futuro, cuando vencida la muerte se consumará la obra de Dios, ahora misteriosamente presente. Los creyentes encontramos en nuestra fe un motivo para trabajar en la edificación de un mundo más humano. ¡Cómo deseamos que esta esperanza activa empape la conciencia y la conducta de cada uno de nuestros hermanos…!” (16).
Aún en medio de sufrimientos, y de situaciones difíciles. En la cotidianidad de la vida, es “la esperanza”, en su sentido trascendente, sostenida en la certeza que la Vida triunfa sobre la muerte, la que nos permite no bajar los brazos. Iniciaremos la cuaresma y este tiempo de gracia nos permitirá revisarnos para asumir nuestro compromiso bautismal de ser discípulos y testigos de Jesucristo, el Señor, causa de nuestra esperanza.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
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Carta del Obispo de Posadas – 7º domingo del año – 22.02.09
Por Mons. Juan Rubén Martínez
El próximo miércoles 25 celebramos el inicio del tiempo cuaresmal, y durante varias semanas nos prepararemos para celebrar “la Pascua”, el misterio de la muerte y la “Vida” de Jesucristo, el Señor. Misterio en que la “Vida” triunfa sobre la muerte. “La Pascua”, es causa de la esperanza para los cristianos.
Los textos bíblicos de este domingo nos ayudan a reflexionar sobre la esperanza. El texto del profeta Isaías que leemos en la primera lectura nos sitúa en un contexto adverso para el pueblo de Israel que padecía la esclavitud en el exilio, pero el profeta anuncia la esperanza del regreso a su tierra: “Pues bien, he aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconocéis?. Sí, pongo en el desierto un camino, ríos en el páramo” (Is. 43,19). Más adelante el profeta señala la bendición para Israel, y subraya que no hay más que un Dios: “… Yo soy el primero y el último, fuera de mí, no hay ningún dios…” (Is. 44,6) y denuncia las idolatrías: “¡esculturas de ídolos! Todos ellos son vacuidad…” (Is. 44,9).
La esperanza también está plenamente señalada con los milagros de Jesucristo, el Señor. Los milagros significan que el Reino está entre nosotros. El relato de este domingo (Mc. 12,1-12), nos presenta la curación de un paralítico, pero sobre todo el texto subraya la fe de la gente que se acerca a Jesús: “Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados…” y ante los escribas que se escandalizaban de Jesús, el Señor les dice: “Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra el poder de perdonar pecados –dice al paralítico- A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Mc. 12,5.10-12).
Al iniciarnos en la cuaresma el próximo 25 de febrero con el miércoles de ceniza, los cristianos nos prepararemos desde la conversión a celebrar el misterio de la Pascua, que es clave de nuestra esperanza. Me alegra saber que la mayoría de nuestras localidades y también sus autoridades, intendentes y otros funcionarios, han comprendido la significación de estas fechas importantes para la mayor parte de la población, que somos cristianos y han hecho, que los carnavales concluyan antes del próximo 25. Es llamativo que los carnavales más importantes del mundo de Río, en Brasil, también respetan habitualmente esta fecha y terminan antes del miércoles de ceniza.
Al prepararnos para celebrar la Pascua, nos fortaleceremos en la esperanza cristiana. A veces perdemos el sentido profundo de la esperanza y la entendemos solo como logros a darse a corto plazo, sin captar que la esperanza nos ubica como peregrinos que tenemos nuestra meta en el encuentro definitivo con nuestro Padre Dios. Este sentido trascendente de la esperanza nos compromete a trabajar más activamente para mejorar nuestro tiempo. El documento “Jesucristo, Señor de la historia”, de la Conferencia Episcopal Argentina, nos señala: “Una cosa hay cierta para los creyentes: el conjunto de esfuerzo realizado por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida responde a la voluntad de Dios. Esta enseñanza vale igualmente para los quehaceres más ordinarios de la vida. Por eso, las personas que mediante su trabajo procuran el sustento para sí y su familia y realizan generosamente una tarea en la sociedad, desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen a que se cumplan los designios de Dios en la historia de nuestra patria. Más aún, creemos que nuestro trabajo cotidiano prepara el “material del reino de los cielos” (G.S.38) y que todos los frutos de nuestro esfuerzo, realizados con la ayuda del Espíritu de Jesucristo, “volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados” en el reino futuro, cuando vencida la muerte se consumará la obra de Dios, ahora misteriosamente presente. Los creyentes encontramos en nuestra fe un motivo para trabajar en la edificación de un mundo más humano. ¡Cómo deseamos que esta esperanza activa empape la conciencia y la conducta de cada uno de nuestros hermanos…!” (16).
Aún en medio de sufrimientos, y de situaciones difíciles. En la cotidianidad de la vida, es “la esperanza”, en su sentido trascendente, sostenida en la certeza que la Vida triunfa sobre la muerte, la que nos permite no bajar los brazos. Iniciaremos la cuaresma y este tiempo de gracia nos permitirá revisarnos para asumir nuestro compromiso bautismal de ser discípulos y testigos de Jesucristo, el Señor, causa de nuestra esperanza.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
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