CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
SEDES SAPIENTIAE
- Sobre la formación de los jóvenes religiosos -
DEL SUMO PONTÍFICE
PÍO XII
Sobre la formación de los jóvenes religiosos: enunciación de principios y exposición de las reglas generales
Para Perpetua Memoria
Introducción: María y la Vocación Religiosa y Sacerdotal
1. Hemos consagrado todo un año santo a la veneración de la Santísima Virgen María, asiento de la sabiduría, Madre de Dios, Madre de las ciencias 1 y Reina de los Apóstoles 2, no sin razón considerada como la Madre y especialmente la formadora de todos aquellos que abrazan los estados de perfección y que, además pretenden servir en el Ejército Apostólico de Cristo, Soberano Sacerdote. Estos tienen, en efecto, necesidad de su dirección y de su ayuda para aplicarse eficazmente a la preparación y a la formación de una tan grande y sublime vocación, a la vez Religiosa, Apostólica y Sacerdotal. ¿No fue Ella constituida en Mediadora de todas las gracias de santificación? Con justo título, pues, se llama la Madre, la Reina del Sacerdocio Católico y del Apostolado. Nos, imploramos, por tanto, su favor para que, tras de haber sido la mediadora de la luz de lo alto en el establecimiento de las presentes reglas, conceda todavía su ayuda y su Patronazgo a aquellos que tienen la misión de llevarlas a buen término.
Primera Parte:
La Vida Religiosa en su relación con el Sacerdocio
Aumento del porcentaje de Sacerdotes entre los Religiosos
2. Es un altísimo bien de la divina Providencia que constantemente, en el transcurso de los siglos, Cristo Redentor haya inspirado a las almas objeto de su predilección, mediante una palabra interior y casi misteriosa, aquella invitación que dirigió ya de viva voz al joven que le preguntaba sobre la vida eterna: Ven y sígueme 3. Por lo que a un gran numero de aquellos que han recibido esta invitación de la gracia de Dios y hecho suya la declaración del Santo Apóstol: Pues bien, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido 4, Nuestro Señor los ha hecho pescadores de hombres 5 y los ha elegido como obreros 6 para enviar a su mies.
3. Esto se da, como en tiempos pasados, así también en nuestros días, porque cada vez se hace mas frecuente y más íntima la unión de los que buscan los estados de perfección con la Dignidad Sacerdotal y la Misión Apostólica. En efecto, si en tiempos pasados la mayor parte de los Monjes no eran Sacerdotes y si un pequeño número de ellos se veían como forzados por la necesidad a recibir el Sacerdocio para convertir a la Religión cristiana a los Pueblos, se hacía como arrancándolos a su Regla. Y si después los Mendicantes, bien impregnados de un admirable Espíritu Apostólico, no estaban obligados por su Regla al Sacerdocio -su Santo Padre de Asís no fue tampoco elevado al Sacerdocio- por el contrario, los Canónigos y los Clérigos Regulares, por una vocación especial divinamente inspirada, recibían y ejercían los Sagrados Ministerios y Ordenes. Después, innumerables Congregaciones y Sociedades lo imitaron en la vida en común al mismo tiempo que Clerical. Hoy hay que añadir - porque Dios provee siempre a las necesidades de toda época- un cierto número de institutos seculares que cuentan también con Sacerdotes.
4. Por lo demás, actualmente, incluso en las Ordenes más antiguas de la Iglesia Latina, que no son designadas formalmente laicas 7, todos los Religiosos - exceptuados aquellos llamados coadjutores o conversos - están destinados al Sacerdocio, que es absolutamente exigido a quienes ejercen el gobierno de sus respectivas Ordenes.
5. Del Clero Regular y Secular. De ahí que en nuestros días tenga la Iglesia a su disposición una gran multitud de Ministros que se aplican a lograr la perfección, por la práctica de los consejos evangélicos, que se llama el Clero Regular, al lado del que se llama Secular o Diocesano. Ambos, en una emulación fraternal y en una fecunda asistencia, están bajo la sola y suprema autoridad del Pontífice de Roma, quedando enteramente salvaguardado el poder de los Obispos.
Necesidad de reglamentación coordinadora
6. Ahora bien, todo el mundo ve que este Clero Religioso, para alcanzar como conviene y con seguridad el doble fin que le es propio, tiene necesidad de reglas muy prudentes para dirigir y favorecer su preparación y su formación religiosa a la vez que clerical.
A esta necesidad responden ampliamente y hasta aquí las constituciones de cada una de esas sociedades y sus estatutos para la preparación de los jóvenes y la organización de los estudios. Por otra parte, no faltan a este respecto las prescripciones y recomendaciones de la Santa Sede.
7. Sin embargo, desde hace tiempo se echan de menos disposiciones generales coordinadas y más completas, apoyadas en la autoridad apostólica y obligatorias para todos y en todas partes, a fin de que una tal tarea y empresa, que interesa al más alto bien de las almas, gane seguridad, para desarrollarse felizmente y perfeccionarse mediante un esfuerzo adecuado y prolongado.
Vigilancia de la formación y la Comisión especial para realizarla
8. Una obra tan excelente exige, en efecto, la constante vigilancia de la Sede Apostólica; pues lo mismo que los Seminarios del Clero Diocesano, en cuanto a instituciones públicas de la Iglesia, están bajo la vigilancia de la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades 8, de la misma forma y por igual razón, las escuelas propias para los estados de perfección reconocidas y aprobadas por la Iglesia, son públicas y dependen de la autoridad de la Sagrada Congregación de Religiosos 9.
Por estas numerosas razones, ya en 1944 Nos decidimos, en virtud de Nuestra Autoridad Apostólica, erigir y establecer en el seno de esta Sagrada Congregación un Consejo o Comisión especial de hombres competentes para tratar todas las cuestiones y asuntos que, de alguna forma, tengan relación con la Formación Clerical y Religiosa, la cultura literaria y científica de los postulantes y novicios y de los jóvenes religiosos de cualquier religión y sociedad que viven en común sin votos 10.
9. Esta Comisión que se compone de hombres competentes de diversas congregaciones y naciones ha tenido conocimiento de todos los documentos concernientes a esta cuestión. Después de haber recogido de todas partes las manifestaciones que pedían las circulares dirigidas a todos los Superiores Generales 11, había realizado ya un inmenso trabajo cuando se anunció el Congreso General de los Estados de Perfección, en 1950. La Comisión se sirvió de las propuestas oportunas que le habían sido hechas, pesó todos los proyectos anteriormente preparados y los puso a punto; y todo ello ha sido, por último, sometido a Nuestra aprobación.
10. Ahora Nos publicamos algunas normas que hacemos preceder de principios y reglas fundamentales para la preparación y la Formación Religiosa, Clerical y Apostólica de los estudiantes, y que todos han de tener muy en cuenta.
Segunda Parte:
Sobre la Vocación Religiosa en general
El elemento divino de la vocación
11. Ante todo, Nos queremos que nadie ignore el fundamento de toda vida, ya Religiosa, ya Sacerdotal y Apostólica - lo que se llama Vocación Divina -, y está constituida por un doble elemento en cierto modo esencial, a saber: uno Divino, otro, en cambio, Eclesiástico.
12. Por lo que se refiere al primero, ante todo, conviene decir que la vocación de Dios es necesaria para abrazar el estado Religioso o Sacerdotal; que, si falta, ha de decirse que falta el fundamento mismo sobre el que se apoya todo el edificio.
Pues al que Dios no llama, no es conducido ni ayudado por su gracia. Por lo demás, si se dice que hay una verdadera Vocación en cierto modo divina para cualquier estado, puesto que el Autor primero de todos los estados y de todos los dones y disposiciones, tanto naturales como sobrenaturales, es Dios mismo, con mayor razón ha de decirse de la Vocación Religiosa y sacerdotal, que brilla con una excelencia tan sublime y está dotada con tantas distinciones naturales y sobrenaturales, hasta el punto de que no puede tener otro origen que el Padre de la luz de quien viene todo don excelente, toda gracia perfecta 12.
El elemento eclesiástico de la vocación
13. En cambio, respecto al otro elemento de la Vocación Religiosa y Sacerdotal, el Catecismo Romano enseña que se dicen llamados por Dios aquellos que han sido llamados por los Ministros legítimos de la Iglesia 13.
Lo que, lejos de estar en contradicción con lo que Nos hemos dicho de la Vocación Divina, muy al contrario se encuentra estrechamente unido. Porque la Vocación al estado Religioso y Clerical - dado que se obliga a cada uno a llevar públicamente una vida de santificación y a ejercer un Ministerio Jerárquico en la Iglesia, sociedad visible y jerárquica - debe ser, en virtud de un mandamiento, aprobada, aceptada y reglada por los Superiores, igualmente Jerárquicos, a quienes ha sido confiado por Dios el gobierno de la Iglesia.
14. A ello deben estar atentos cuantos se aplican a reclutar y examinar las vocaciones de esta clase. No deben, por consiguiente, forzar nunca a nadie, de cualquier forma que sea, al estado Sacerdotal o Religioso 14, ni a el atraer o admitir a quien no diera realmente verdaderas señales de Vocación Divina, ni paralelamente, promover al Ministerio Clerical a quien no diere pruebas de haber recibido divinamente su Vocación Religiosa; y a aquellos que igualmente no hubieren recibido este don de Dios, no deben impulsarlos u orientarlos hacia el Clero Secular. Por último, no deben apartar a nadie del estado Sacerdotal si se prueba, por signos ciertos, que se trata de un llamamiento de Dios 15.
15. Es evidente, en efecto, que quienes aspiran a servir a la Clerecía, para quienes se han fijado estas reglas, deben reunir todos los requisitos exigidos para constituir esta múltiple Vocación Religiosa, Sacerdotal y Apostólica. Por consiguiente, deben tener todos los dones y cualidades que se estiman necesarias para llenar este tan sublime Oficio Divino.
Tercera Parte:
La formación natural y sobrenatural
Las reglas generales para los Educadores de esas Vocaciones
16. Ahora bien, todos saben que los gérmenes de Vocación, así como las cualidades que esta requiere, una vez que se dan, tienen necesidad de educación y formación para su desarrollo y madurez. Nada, en efecto, es perfecto desde el primer instante de su nacimiento; antes bien, la perfección se adquiere por progresos graduales. Para dirigir esta evolución es necesario tener en cuenta todo, ya sea lo que es objeto de la Vocación Divina, como las condicionases de lugar y tiempo, para alcanzar eficazmente el fin propuesto. Es necesario, pues, que la educación y la formación de los jóvenes religiosos estén plenamente aseguradas, ilustradas, sean sólidas, completas, adaptadas sabiamente y en relación con las necesidades de hoy, tanto interiores como exteriores, cultivadas asidua y atentamente, no sólo en lo que concierne a la perfección de la Vida Religiosa, sino también de la Vida Sacerdotal y Apostólica.
17. Todo esto, como enseña la experiencia, no puede realizarse sino mediante hombres elegidos, probados, que se distingan, no sólo por la doctrina, la prudencia, el discernimiento de los espíritus y por una experiencia múltiple de los hombres y de las cosas y por otras cualidades humanas, sino que estén también llenos del Espíritu Santo y que, por su santidad y su ejemplo de todas las virtudes, ilustren a los jóvenes, ya que éstos, como se sabe, en todo conjunto de su formación, están más influidos por las virtudes y las buenas acciones que por los discursos 16.
En el cumplimiento de esta gravísima tarea, los Educadores habrán de tener como regla primera, la que el Señor anunciara en el Evangelio, diciendo: Yo soy el buen pastor, el buen pastor da su vida por sus ovejas... Yo soy el buen pastor y conozco las mías, y las mías me conocen 17, es lo que San Bernardo expresaba con estas palabras: Percataos de que debéis ser más madres que maestros; buscad más el ser amados que temidos 18. El propio Concilio de Trento exhortaba insistentemente a los Superiores Eclesiásticos para que recordaran que han de tener en cuenta que son Pastores y no castigadores, que han de dirigir a sus súbditos no haciéndoles sentir su dominio sino amándoles como a hijos y hermanos más jóvenes; que se esfuercen, mediante sus exhortaciones y sus advertencias, para apartarlos de lo que no está permitido, para que, cuando falten, no se vean obligados a infligirles los castigos que merezcan. Pero si por fragilidad humana llegan a pecar, que observen a este respecto el precepto del Apóstol, reprendiéndoles, amenazándoles y exhortándoles con toda bondad y paciencia; porque la benevolencia al corregir, consigue más que la severidad, más la exhortación que la amenaza, más la caridad que la autoridad. Pero si la gravedad de la falta obliga a emplear la vara es necesario entonces, unir el rigor con la bondad, la justicia con la misericordia y la severidad con la dulzura, para mantener sin aspereza la disciplina, saludable y necesaria a los Pueblos, y para enmendar a los que se corrigen, o si rehúsan arrepentirse, los demás se aparten del mal por un saludable ejemplo de corrección 19.
La formación armoniosa y de santificación
18. Recuerden, además, todos aquellos que por cualquier título están encargados de la formación de los Religiosos, que esta educación y formación debe darse en una progresión armoniosa y con todos los medios y métodos convenientes según las ocasiones, y que debe abarcar al hombre entero, es decir, bajo todos los aspectos de su Vocación, de forma que se llegue a hacer de él realmente un hombre perfecto en Cristo Jesús 20. En lo que concierne a los medios y los métodos de formación, es evidente que los que proporcionan la naturaleza misma y los adelantos humanos de nuestra época no han de ser menospreciados, si son buenos; muy al contrario, conviene tenerlos muy en cuenta y admitirlos prudentemente. Sin embargo, no habría peor error que el de aquellos que, en la formación de los discípulos elegidos, preocupados por el exceso de métodos naturales o de estos solos, pusieran en segundo lugar o bajo cualquier pretexto olvidaran los recursos y los medios del Orden Sobrenatural, siendo así que para alcanzar la perfección Religiosa y Clerical u obtener sus frutos Apostólicos, los recursos sobrenaturales, tales como los Sacramentos, la oración, la mortificación y otros semejantes, no sólo son necesarios, sino primordiales; más aún, esenciales.
19. Guardando este orden en los métodos y medios, es preciso no olvidar nada de todo aquello que pueda ser útil de algún modo para perfeccionar el cuerpo y el alma, para cultivar todas las virtudes naturales y formar virilmente un tipo de hombre completo, de modo que, en consecuencia, la formación sobrenatural, ya Religiosa, ya Sacerdotal, descanse sobre el fundamento solidísimo de una honestidad natural y de un humanismo cultivado 21, puesto que será más fácil y seguro para los hombres encontrar el camino para llegar a Cristo si, en la persona del Sacerdote, ven más claramente reflejados la benignidad y el amor de Dios Nuestro Salvador 22.
20. Pero así como todos deben atender muy bien a una formación humana y natural del Clero Religioso, tengan en cuenta que la santificación sobrenatural de su alma es lo más importante en el curso de su formación. Pues si el consejo del Apóstol vale para todo cristiano cuando afirma que lo que Dios quiere es vuestra santificación 23, cuánto más está obligado a ello aquel que no solamente está investido del Sacerdocio, sino que profesa la aspiración a la perfección evangélica misma y, a la vez, en virtud de su Ministerio, se convierte en instrumento de santificación para los demás, dependiendo grandemente de su propia santidad la misma salvación de las almas y el incremento del Reino de Dios.
21. Que todos los miembros que buscan los estados de perfección evangélica recuerden, pues, y mediten frecuentemente ante Dios, que no les basta para cumplir el deber de su profesión evitar los pecados, ya graves, ya incluso, con la ayuda de Dios, las faltas veniales, ni conformarse material y solamente con las órdenes de los superiores, e incluso con sus votos y cuanto puede ligar su conciencia, ni aún siquiera con sus Constituciones particulares, según las cuales, como ordena la Iglesia en sus santos cánones, todos y cada uno de los Religiosos, Superiores, e individuos, deben... modelar su vida y tender así a la perfección de su estado 24, pues es preciso que cumplan todo esto de todo corazón y con un amor ardiente, no sólo por necesidad, sino mas bien en conciencia 25, ya que para elevarse a las cumbres de la santidad y para poder comunicar a todos las fuentes vivas de la caridad cristiana, deben estar adornados de todas las virtudes y abrasarse en la más ardiente caridad hacia Dios y hacia el prójimo.
Cuarta Parte:
Las reglas generales de su formación doctrinal y pastoral
Los motivos de su formación religiosa y completa
22. Pero allí donde se provee a esta santificación del alma, conviene igualmente que se dé a los Religiosos una formación muy cuidada, tanto intelectual como Pastoral. Queremos enunciar y explanar un poco más ampliamente estos principios dada la importancia del tema y en atención a Nuestra conciencia de la Suprema Tarea Pastoral que Nos incumbe.
23. La necesidad para estos Religiosos de recibir una formación intelectual sólida y completa en todas las materias, es secuela manifiesta de la triple dignidad que brilla en la Iglesia de Dios: la Dignidad Religiosa, Sacerdotal y Apostólica.
En efecto, los Religiosos que tienen por tarea principal la contemplación de las cosas divinas, buscando únicamente a Dios y uniéndose a Él y la de transmitirlas a los demás, deben tener muy en cuenta que no pueden en forma alguna alcanzar los simples frutos de esta tarea santísima sin elevarse a una sublime unión con Cristo, lo que no conseguirán si no tienen abundantemente este conocimiento profundo y siempre perfectible de Dios y de sus misterios, que se adquiere mediante los estudios sagrados 26.
La Dignidad Sacerdotal, que da al que de ella está revestido, el estar constituido en legado del Señor de las ciencias y ser llamado con especial título sal de la tierra y luz del mundo, exige una formación sólida muy amplia, especialmente en lo que concierne a las Disciplinas Eclesiásticas, que pueden alimentar y fortificar la vida espiritual del Sacerdote mismo y guardarle de todo error y de toda peligrosa novedad, y que, además, le hace fiel dispensador de los misterios de Dios y perfecciona al hombre de Dios, pronto para toda obra buena.
Por último, la Misión Apostólica que los miembros de los estados de perfección ejercen en la Iglesia por el hecho de su Vocación, ya sea por la predicación, ya por la formación cristiana de los niños y de los jóvenes, ya por la administración de los Sacramentos especialmente el de la penitencia, ya por las Misiones en países de infieles, ya por la dirección espiritual de las almas, ya, finalmente, por la forma de vida cotidiana que llevan entre las gentes, no podrán producir frutos abundantes y duraderos si no conocen perfectamente la Doctrina Sagrada y se preocupan de penetrar más en ella.
24. Los Superiores Religiosos, en primer lugar, deben velar por esta formación sólida y completísima de la inteligencia, teniendo en cuenta el desarrollo natural de los jóvenes y la distribución de estudios, no perdonando medios para que la cultura literaria y científica de los alumnos religiosos no desmerezca de la de los laicos que siguen los mismos estudios. Si se atiende a ello se habrá proveído seriamente a la formación de los espíritus y obtenido en el tiempo preciso la selección de los candidatos, y se habrá asegurado el que estos mismos alumnos estén preparados para profundizar en las Disciplinas Eclesiásticas proporcionándoles los medios.
Su formación filosófico - teológica
25. En lo que concierne a la Filosofía y a la Teología, que han de ser enseñadas muy escrupulosamente por maestros capaces y cuidadosamente elegidos, es necesario observar todo lo prescrito por los sagrados cánones por Nuestros Predecesores y por Nos mismo, especialmente en lo que se refiere al Magisterio Eclesiástico y la fidelidad al mismo, que ha de manifestarse de todas maneras, siempre y en todas partes, e inculcada en las almas y en los espíritus de los alumnos, como ha de inculcarse la prudencia y la precaución que es preciso tener siempre cuando se trata de las nuevas cuestiones que los nuevos tiempos plantean; igualmente por lo que se refiere a la defensa o argumentación en favor de la Doctrina y de los principios del Doctor Angélico, que deben ser santamente mantenidos y enteramente seguidos en la enseñanza filosófica y teológica de los alumnos.
26. La Teología debe a la vez enseñarse por el Método Positivo y el Llamado Eclesiástico, tomando a Santo Tomás de Aquino como guía y maestro, de suerte que a la luz de una enseñanza auténtica las fuentes de la Revelación Divina sean estudiadas en forma profunda con los medios adecuados y que los tesoros de verdad que de ella provienen sean claramente expuestos y eficazmente defendidos.
27. Puesto que es sólo al Magisterio de la Iglesia a quien se han confiado interpretar auténticamente el deposito de la Revelación, ésta debe ser explicada no siguiendo razonamientos puramente humanos y opiniones particulares sino de acuerdo fidelísimamente con el sentido y el espíritu de la Iglesia misma. Por lo tanto, que los Profesores de Filosofía Cristiana y de Teología sepan ejercer su función no por derecho propio y en nombre propio, sino en nombre y bajo la autoridad del Magisterio Supremo, y por consiguiente, bajo su vigilancia y dirección; de ese Magisterio han recibido como una Misión Canónica; de ahí que, salvaguardando enteramente la justa libertad de discusión sobre los puntos en que es todavía admitida, deben recordar muy bien que el poder de enseñar no los ha sido dado para transmitir a sus alumnos sus opiniones propias, sino las doctrinas perfectamente aprobadas por la Iglesia.
Su formación integral
28. De otra parte, todos, tanto los maestros como los alumnos nunca deben perder de vista que los Estudios Eclesiásticos están orientados no solamente a la formación intelectual, sino a una formación integral y sólida tanto Religiosa como Sacerdotal y Apostólica; por ello, su finalidad no es solamente permitirlos rendir los exámenes sino imprimir en las almas de los alumnos como un sello indeleble, del que obtendrán cuando lo necesiten, luz y fuerza para sus propias necesidades y las de los demás.
29. Para alcanzar este fin, la enseñanza intelectual debe, ante todo, estar estrechamente unida con el amor a la oración y a la contemplación de las cosas divinas. Debe, además ser completa, sin omitir ninguna parte de las materias prescritas, puesto que hay entre ellas una coherencia y, así conjugadas en todas sus partes, todas las materias convergen hacia un solo sistema, sólido y bien ordenado; igualmente, dicha enseñanza ha de ser sabiamente adaptada para responder a los errores de nuestros tiempos y proveer a sus necesidades; ha de estar también al corriente de los modernos descubrimientos y, a la vez, en perfecto acuerdo con la Venerable Tradición; por último ha de ordenarse eficazmente a un cumplimiento fructuoso de todas las Tareas Pastorales de forma que permita a los futuros Sacerdotes instruidos en esa ciencia, proponer y defender fácil y exactamente la sana Doctrina tanto a la gente ruda como a la docta en sermones y catequesis, administrar rectamente los Sacramentos, promover activamente el bien de las almas y ser a todos útiles por sus palabras y por sus actos.
Su formación pastoral
30. Aunque todo esto que hemos dicho hasta aquí sobre la formación espiritual o intelectual de los alumnos, concurre desde el más alto punto de vista el preparar hombres realmente Apostólicos y es necesario para esa formación, de suerte que si falta al Sacerdote la santidad y la ciencia requerida le falta todo. Nuestro gravísimo Cargo Pastoral Nos impone el deber de añadir a esto que, además de la santidad y de la ciencia requerida, es absolutamente necesario que el Sacerdote, para cumplir fielmente su Ministerio Apostólico, reciba una Preparación Pastoral muy cuidadosa y en todos los aspectos perfecta, que le dé la habilidad y la destreza necesaria para llenar convenientemente las numerosas tareas del Apostolado Cristiano.
Si es habitual que cada uno, antes de profesar o ejercer una materia, comience por una sólida preparación tanto teórica o, como se dice, técnica como práctica, mediante un largo aprendizaje, ¿quién negará que debe preceder una preparación cuidadosísima y profundísima a la que con justo título se llama arte de las artes?
31. Esta Formación Pastoral de los alumnos, que debe iniciarse desde el comienzo mismo del ciclo de estudios y perfeccionarse gradualmente a medida que aquellos avanzan en edad, y prepararse para un aprendizaje especial después de los estudios de Teología en consonancia con el fin de cada Instituto, debe procurar ante todo que los futuros Ministros y Apóstoles de Cristo, a ejemplo de Cristo mismo, estén sólida y profundamente impregnados de Virtudes Apostólicas, es decir, un celo ardiente y purísimo para trabajar por la gloria de Dios, un amor activo y ardiente hacia la Iglesia para defender sus derechos; conservar y difundir su Doctrina; un celo ardoroso por la salvación de las almas, una prudencia sobrenatural en las palabras y en los actos, unida a la sencillez evangélica; una humilde abnegación de sí mismo y una dócil sumisión a los Superiores; una firmísima confianza en Dios y una conciencia clarísima de su Misión, una viril habilidad para acometer los asuntos y constancia para continuar lo emprendido; una fidelidad escrupulosa para llenar su Tarea; un gran valor para realizar y soportar las mas duras pruebas y, por último, una amabilidad y una humanidad cristianas que atraigan a todos.
32. Es necesario esforzarse, además, en la Formación Pastoral para que, teniendo en cuenta el grado de progreso en los estudios, los alumnos secan instruidos en todas las materias que puedan conducir a formar en todos los aspectos al buen soldado de Cristo Jesús y proporcionarle la armas apostólicas apropiadas. Por consiguiente, además de los Estudios Filosóficos y Teológicos, para prepararlo oportunamente a la Acción Pastoral es absolutamente necesario, como hemos, dicho, que los futuros Pastores de la grey del Señor reciban de parte de maestros competentes, según las normas de la Sede Apostólica, una enseñanza relativa a las cuestiones psicológicas y pedagógicas, didácticas y catequísticas, sociales y pastorales y otras similares que respondan al progreso actual de estas materias y que les prepare para las múltiples necesidades del Apostolado moderno.
33. Para que esta Formación Apostólica Doctrinal sea robustecida por el uso y la experiencia es necesario unirla a los llamados Ejercicios Prácticos, progresando gradualmente con circunspección y prudencia ordenadas. Nos queremos que se ejerciten en un aprendizaje especial una vez recibido el Sacerdocio, bajo la guía de hombres muy competentes por su Doctrina, sus consejos y sus ejemplos, y que se consoliden en una forma continua, sin interrumpir nunca los Estudios Sagrados.
Epílogo:
La vigencia de estas normas y el papel de la S. C. de Religiosos
34. Después de enunciados estos importantes principios, que deben regir tanto en la tarea de formación como en los educadores y sus alumnos, y después de haber examinado las leyes generales que hacen relación a cada punto de esta materia tan importante, Nos declaramos y estatuimos de ciencia cierta y en virtud de la plenitud del Poder Apostólico, que deben ser observadas; por aquellos a quienes conciernen.
35. Además, por Nuestra autoridad, otorgamos a la Sagrada Congregación de Religiosos la potestad de publicar las Ordenanzas, Instrucciones, Declaraciones, Interpretaciones y cualquier Documento análogo para la aplicación de los Estatutos Generales, ya aprobados por Nos, y dictar cuantas medidas sean necesarias para hacer observar fielmente la Constitución, los Estatutos y las Ordenanzas, sin que obste nada en contrario, incluso digno de especial mención.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 31 de Mayo de 1956, 18 de Nuestro Pontificado, en la Festividad de la Bienaventurada Virgen María, Reina del Mundo.
Pío XII
Notas:
1 Cf. 1 Reg. (1 Sam.) 2, 3.
2 Litan. lauret.
3 Cf. Iac. 1, 17.
4 Catech. Rom., p. 2, c. 7.
5 Cf. C.I.C. can. 971.
6 Ibid.
7 Ibid., can. 124.
8 Io. 10, 11-12. 14.
9 In cantica serm. 23 PL 183, 885 B.
10 Cf. C.I.C. can. 2214 #2; Conc. Trid. de ref. c. 1.
11 Col. 1, 28.
12 Cf. Phil. 4, 5.
13 Tit. 3, 4.
14 1 Tes. 4, 3.
15 Cf. C.I.C. can. 593.
16 Rom. 13, 5.
17 Cf. Pío XI: Litt. ap. Unigenitus Dei Filius 19 mart. 1924 A.A.S. 16 (1924) 137-138: Enchiridion de statibus perfectionis Romae 1940, n. 348. p. 403-404.
18 Cf. 1 Reg. (1 Sam.) 2, 3.
19 Cf. Mat. 5, 13-14.
20 Cf. 1 Cor. 4, 1-2.
21 Cf. 2 Tim. 3, 17.
22 Pío XII: Adh. ap. Menti Nostrae 23 sept. 1950 A.A.S. 42 (1950) 687.
23 Pío XII: Enc. Humani generis 12 aug. 1950 A.A.S. 42 (1950) 573, 577-578. C.I.C. can. 1366.
24 S. Pío X: Motu pr. Doctoris angelici 29 iul. 1914 A.A.S. (1914) 338: Enchiridion n. 373, p. 531.
25 Cf. Pío XII, Sermo ad alumnos 24 iun. 1939 A.A.S. 31 (1939) 246: Enchiridion n. 373 p. 531.
26 2 Tim. 2, 3.
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