Por Kristen Lombardi
La demanda, ahora pendiente en el Tribunal de Distrito de Estados Unidos en Manhattan, fue presentada el 13 de diciembre por Bob (Robert) Hoatson, un sacerdote de Nueva Jersey de 53 años considerado un aliado incondicional entre los sobrevivientes de abuso sexual por parte del clero. Hoatson, el ahora suspendido capellán de Caridades Católicas en Newark, está demandando a Egan y otros nueve funcionarios e instituciones católicas, alegando un patrón de “represalias y acoso” que comenzó después de que Hoatson denunciara el encubrimiento de abusos por parte del clero en Nueva York y comenzara a ayudar a las víctimas.
Pero eso no es todo lo que afirma su demanda. A mitad de la denuncia de 44 páginas, el sacerdote convertido en abogado lanza una bomba contra el cardenal: alega que Egan es “activamente homosexual” y que tiene “conocimiento personal de esto”. Su demanda nombra a otros dos importantes clérigos católicos de la región como activamente homosexuales: el obispo de Albany, Howard Hubbard, y el arzobispo de Newark, John Myers.
No se trata de que Hoatson tenga un problema con, como dice la demanda, “el comportamiento sexual privado y consensual de estos acusados”.
No, lo que Hoatson afirma es que, como líderes de una iglesia que exige el celibato y condena la homosexualidad, los obispos homosexuales activos tienen demasiado miedo de exponerse como para entregar a sacerdotes pedófilos. La homosexualidad encubierta de los obispos, como afirma la demanda, “ha comprometido la capacidad de los acusados para supervisar y controlar a los depredadores, y ha servido como motivo para las represalias”.
Hoatson se da cuenta de a qué se está enfrentando. “Me detuve y pensé detenidamente en estas acusaciones”, dice. “Es hora de que la iglesia enfrente esta disfunción. No podría hacer esto sin presentar una demanda. Lo único a lo que responde la iglesia es a la publicidad negativa o a una demanda. Si siguiera intentando hacer esto dentro del sistema, desaparecería”.
El caso gira en torno a varias reclamaciones legales y estatutarias. Sostiene que Egan y los otros obispos tomaron represalias contra Hoatson por ser un denunciante, que tenían la intención de dañarlo a él y a su carrera, y que participaron en una conspiración para hacerlo.
Joseph Zwilling, portavoz del cardenal Egan, niega las acusaciones y dice: “No hay verdad en ninguna de las declaraciones que ha hecho sobre el cardenal Egan”. Su homólogo en la arquidiócesis de Newark, James Goodness, califica las acusaciones de “evidentemente falsas”. Goodness ha publicado una declaración de cuatro páginas que describe a Hoatson, un sacerdote arquidiocesano con buena reputación hasta que fue puesto en licencia administrativa, como “un individuo con problemas” que cumplió con sus deberes parroquiales para atender a las víctimas.
“Si alguien debería haber sido compadecido durante las asignaciones parroquiales del padre Hoatson -escribe Goodness en la declaración del 14 de diciembre-probablemente tendrían que ser los párrocos que tuvieron que aguantar... las falsedades del padre Hoatson”
El portavoz de Hubbard, Kenneth Goldfarb, arremetió contra el abogado del sacerdote en Manhattan, John Aretakis, un importante enemigo del obispo que ha representado a unas 100 personas que afirman haber sido abusadas sexualmente por clérigos de Albany. “Ésta no es la primera vez que el señor Aretakis hace esas acusaciones”, dijo Goldfarb, atribuyendo la acusación de la supuesta homosexualidad de Hubbard al abogado, no a su cliente. “Todo esto está orquestado por el señor Aretakis. Tiene un largo historial de presentar afirmaciones que no tienen base alguna en los hechos”.
El abogado John Aretakis, representante de las víctimas
Aretakis le da poco crédito a la investigación y la califica como “la pieza de ficción más cara jamás producida”. Denunció a White por investigar esencialmente a su propio cliente, y él y sus clientes se negaron a cooperar.
Ahora que acusaciones similares están escritas en una demanda, el panorama ha cambiado, ya que Aretakis tiene la plataforma para intentar demostrarlo y dice que está preparado para hacerlo. Dice que ha acumulado una lista de sacerdotes y testigos que han aceptado proporcionar “pruebas de primera mano de las inclinaciones sexuales” de Egan, Hubbard y Myers, si son citados. Algunos han escrito declaraciones que relatan “relaciones homosexuales con estos obispos”, sostiene; y otros conocen personas que han tenido aventuras con los acusados.
Aretakis se negó a mostrarle a Voice cualquier documentación escrita sobre los tres obispos, diciendo: “No quiero mostrar mi mano en un momento en el que no es necesario”. Describió que las pruebas contra Egan y Myers implican contacto consensual con hombres adultos. Egan tiene un historial esporádico de aventuras homosexuales, afirma Aretakis, y la mayoría de ellas se remontan a su época como seminarista. El abogado alega que Myers ha tenido aventuras homosexuales más recientemente, algunas en los últimos cinco años.
Para Hubbard, es una historia diferente. Con la condición de que se protegieran las identidades de sus clientes, Aretakis permitió que Voice viera entrevistas grabadas en video con dos hombres que alegan haber tenido relaciones sexuales con Hubbard por dinero cuando eran adolescentes con problemas, uno en los años 1970 y otro a principios de los 1980. Ninguno de los dos fue incluido en la investigación de White, aunque sus acusaciones se parecen a aquellas que ésta consideró infundadas.
Uno de los hombres está ahora en prisión y no fue posible localizarlo antes del cierre de esta edición. El otro, contactado a través de Aretakis, dijo a The Voice de forma independiente que los detalles de la cinta son ciertos y que dio el testimonio por su propia voluntad. Ahora casado y viviendo en el norte del estado, buscó ayuda de Aretakis para un posible caso de abuso contra un sacerdote de Albany quien, según él, también le pagó por sexo y le presentó a Hubbard. Dice que también podría demandar a Hubbard.
Howard Hubbard (Albany)
Son personas como estos dos hombres, víctimas que luchan por buscar justicia de la Iglesia Católica, a quienes el padre Hoatson dice que pretende ayudar con su demanda. Él está pidiendo a los tribunales cinco millones de dólares en concepto de daños y perjuicios, que, según dice, utilizaría para un ministerio para las víctimas de 24 horas. La demanda gira en torno al daño que se le hizo como denunciante.
“Tengo que decir la verdad -dijo- He obtenido suficiente información para indicar que la promiscuidad por parte de estos obispos es la razón por la que encubren los abusos del clero”.
Independientemente de que sus afirmaciones sean ciertas o no, Hoatson está haciendo historia. Richard Sipe, un ex sacerdote y académico que ha escrito sobre el abuso sexual del clero y la homosexualidad en la Iglesia católica, explica que es raro que un sacerdote demande a un obispo en los tribunales por represalias; sólo ha oído hablar de un caso antes de este. Es casi impensable que un sacerdote diga en los registros judiciales que tres de los principales obispos de su área son activamente homosexuales.
“Ese es un paso muy significativo”, dice Sipe- tales acusaciones pueden ser casi imposibles de probar en cualquier caso, y mucho menos cuando los sujetos son líderes eclesiásticos poderosos y respetados”. Pero, añade: “incluso decirlo en una demanda obligará a que el tema de la sexualidad de los obispos salga a la luz pública”.
Y eso podría provocar una especie de revolución. Sipe dice: “Esta demanda podría ser el comienzo de un movimiento”.
El padre Hoatson parece un revolucionario insólito. No se parece en nada a un sacerdote católico, vestido con vaqueros y jersey. El vestuario no es una elección. Cuatro días después de presentar la demanda, los funcionarios de la arquidiócesis de Newark lo dieron de baja. Aunque sigue recibiendo su estipendio mensual de 1.700 dólares, tiene prohibido presentarse públicamente como sacerdote, tal como establece el decreto del 20 de diciembre. Ya no puede llevar su alzacuellos ni decir misa en las dos parroquias donde trabaja.
Sentado en una cafetería de Astor Place, habla durante horas sobre la forma en que la religión ha influido en su vida: la forma en que tuvo una “experiencia mística” a los 13 años en la que se vio a sí mismo como un sacerdote, por ejemplo. A los 18 años, ingresó en la Orden de monjes de los Hermanos Cristianos, donde enseñaría en escuelas parroquiales durante dos décadas. Se sintió tan atraído por el sacerdocio que se matriculó en el seminario en 1994, a los 42 años.
“Fui llamado al sacerdocio por Dios” -explica- Nunca entendí realmente por qué”.
Bob Hoatson, vistiendo ropa como un laico
Hoatson llamó a su antiguo alumno y pronto hizo viajes regulares de Newark a Boston, ayudando al hombre a enfrentar el trauma del abuso. Cuando otras víctimas se presentaron, las puso en contacto con abogados o las acompañó a enfrentarse a las diócesis. Se corrió la voz entre los sobrevivientes en Nueva York y Nueva Jersey sobre el generoso sacerdote. Hoatson ha rescatado a víctimas de la heroína, las ha visitado en la cárcel, las ha recogido en centros de acogida y les ha pagado el alquiler. El año pasado creó un ministerio llamado Rescue and Recovery International en su apartamento de Rockaway Park, Queens.
“Es como una luz que guía” -dice Richard Regan, de Rochester, Nueva York, quien dice que un sacerdote de Queens, ahora fallecido, abusó sexualmente de él y de sus cinco hermanos en los años 50. Ken Lasch, un sacerdote jubilado de la diócesis de Patterson, Nueva Jersey, llama a Hoatson “una locomotora, a la cabeza y a toda velocidad. A Hoatson no se le ocurriría hacer saber a los curas depredadores que los está vigilando. Bob es ese tipo de persona. Cuando ve corrupción, la persigue”.
Hoatson lo expresa de otra manera: “Esto se ha convertido en una misión para mí”.
Su trabajo lo ha hecho luchar con sus propias experiencias de abuso sexual. Cuando era seminarista de 22 años en Christian Brothers, dice, otro hermano abusó sexualmente de él repetidamente durante un período de cuatro años. Varios años más tarde, confió en su superior, quien, según Hoatson, también lo abusó. “Sabía que era abuso”, afirma, pero nunca lo identificó como tal hasta años después. Ahora, se cuenta entre un puñado de sacerdotes que han denunciado a sus abusadores. Su demanda relata los abusos que sufrió a manos de esos dos hermanos en los años setenta y ochenta.
Lo que finalmente desencadenó su demanda fue su temor de que le impidieran trabajar con las víctimas. El 20 de mayo de 2003, según la demanda, testificó en una audiencia en Albany patrocinada por el Senado del estado de Nueva York. Allí criticó a los obispos católicos por lproteger a los sacerdotes depredadores. Eso es exactamente lo que sucedió en Boston, donde la publicación de documentos internos de la iglesia reveló cómo el cardenal Bernard Law y sus subordinados habían arrastrado a los pedófilos de una parroquia a otra durante décadas, encubriendo abusos y poniendo a los niños en riesgo. Los obispos que practicaban esta práctica, testificó Hoatson ese día, habían “escogido el mal sobre el bien, la negación sobre la admisión, la mentira sobre la verdad”.
“cardenal” Bernard Law
Su demanda afirmaba que Hubbard llamó al jefe de Hoatson para quejarse e “hizo que despidieran al demandante de su puesto”. Acusó también a Egan y a sus representantes de “contribuir e implicarse en las represalias”.
Los funcionarios de la iglesia niegan estas acusaciones. “Ni el cardenal Egan ni nadie que represente a la arquidiócesis de Nueva York se puso en contacto con la arquidiócesis de Newark por el tema del padre Hoatson”, dijo Zwilling.
Goodness, el portavoz de Myers, sostuvo que Hoatson fue destituido de su puesto escolar únicamente porque había pedido ser transferido siete meses antes. En febrero, la arquidiócesis había aceptado su solicitud. “Esto precedió durante meses a cualquier comentario que hiciera en la legislatura de Nueva York”, argumenta Goodness.
Sin embargo, sólo después del testimonio en Albany, Hoatson recibió una carta formal dejándolo ir, “con efecto inmediato”. Pasarían otros ocho meses antes de que Myers reasignara al sacerdote a la capellanía de Caridades Católicas, a principios de 2004.
La pausa permitió a Hoatson continuar su trabajo con las víctimas a tiempo completo y defendió su causa en manifestaciones, en cartas al editor y ante los obispos del área. En Caridades Católicas, ofició misa para los empleados y realizó trabajos parroquiales de rutina, todo ello mientras continuaba con su cruzada. Dijo que había logrado cumplir su ministerio sin mucha interferencia de la arquidiócesis hasta noviembre de 2005, cuando Myers emitió un “precepto” que obligaba a Hoatson a ciertas condiciones. El documento le ordenaba “cesar la actividad en su propio negocio” -el ministerio de sus víctimas- y “mostrar la debida reverencia y obediencia a su ordinario”.
John Myers, el 'ordinario' a quien debía mostrar la debida reverencia y obediencia
No es el único que cree que se le trata de forma diferente. Lasch, un abogado formado en derecho canónico eclesiástico que ha asesorado a su compañero sacerdote, dice: “La diócesis ha mostrado un patrón de trato prejuicioso contra Bob”. Y añade: “Veo que le dificulta hacer su trabajo”.
De cualquier manera, Hoatson cree que sabe lo que está pasando. “Hay que deshacerse de mí porque estoy tratando de romper el ciclo del desorden sexual en la iglesia”, explica. El desorden incluye lo que él describe como “una cultura homosexual promiscua” que perpetúa el encubrimiento de los abusos sexuales del clero. Egan, Hubbard y Myers han escondido a sacerdotes depredadores porque ocultan sus propias actividades homosexuales -acusa.
Para detener el abuso, dice, “hay que admitir lo que está pasando en la iglesia con su cultura homosexual”.
Lo que dice Hoatson no es, en muchos sentidos, nada nuevo. Las especulaciones sobre los obispos homosexuales han circulado entre los fieles católicos durante décadas.
El tema permaneció en gran medida fuera de los límites, hasta la crisis de los abusos por parte del clero. Fue entonces cuando surgió una amplia red de grupos de defensa de las víctimas y de reforma de la Iglesia, que exigían responsabilidades y presionaban para que se produjera un cambio. Este movimiento de supervivientes no sólo ha animado a la gente a dar la cara y contar sus historias, sino que también ha empujado a la Iglesia a reconocer la magnitud de los abusos sexuales del clero. Hasta la fecha, según las propias cifras de los obispos católicos, 9.660 personas han acusado a 4.089 sacerdotes de abusos sexuales en todo el país desde 1950. En Nueva York, 140 víctimas han denunciado a 49 sacerdotes abusadores; en Albany, son 141 y 69 respectivamente.
Entre quienes han seguido la crisis, no es difícil encontrar personas que creen que la razón por la que algunos obispos han protegido a sacerdotes depredadores es que temen exponer sus propias actividades sexuales. Anne Barrett Doyle, de BishopAccountability.org, una organización sin fines de lucro que documenta la crisis del abuso del clero, explica que esta creencia “es ampliamente aceptada por activistas y académicos y por buenas razones. Casos recientes han arrojado luz sobre obispos abusivos que, a su vez, encubrieron a otros” -señala.
Consideremos, por ejemplo, el caso del obispo Thomas Dupre, de Springfield, Massachusetts. En marzo de 2004, se retiró abruptamente y huyó de su diócesis cuando se enfrentó a acusaciones de que había abusado sexualmente de dos hombres décadas antes. Hasta entonces, Dupre había sido blanco de duras críticas por su manejo de unos 14 sacerdotes acusados, muchos de los cuales ocupaban posiciones poderosas como sus subordinados.
Los partidarios de Hoatson consideran que su demanda (y su denuncia de obispos “supuestamente” homosexuales) es un paso lógico en la lucha por la rendición de cuentas. Porque es posible que los líderes católicos hayan reconocido que sacerdotes abusivos se aprovecharon de los niños durante décadas, pero no han reconocido su complicidad. “Personalmente -dice María Cleary, de New Jersey Voice of the Faithful, un grupo de reforma de la iglesia que ha trabajado con Hoatson- siento que algunas cosas necesitan decirse en este momento. Llega un punto en cualquier proceso de cambio en el que hay que empezar a ir más allá”.
Pat Serrano, de la Red de Sobrevivientes de Abusos por Sacerdotes, respalda que: “Es necesario expresarse en voz alta para llamar la atención de la iglesia”.
Si las víctimas y sus aliados se sienten más envalentonados para cuestionar la sexualidad de los obispos, puede ser porque la iglesia ha planteado el tema por sí sola. En noviembre pasado, el Vaticano emitió un documento conocido como “Congregación para la Educación Católica”, en el que denunciaba la homosexualidad como “intrínsecamente inmoral” y “desordenada”. Sugirió que los hombres homosexuales no pueden ser célibes y prohibió la ordenación a los seminaristas homosexuales activos.
Sipe, el autor y académico, dice que el documento del Vaticano “ha abierto la cuestión de la orientación sexual entre el sacerdocio”, incluida la jerarquía. Y ha preparado el escenario para una posible reacción violenta, indignando a los sacerdotes homosexuales y provocando que los fieles católicos piensen dos veces sobre la hipocresía de la Iglesia. Durante años, grupos “católicos homosexuales” como Dignity USA se han negado a llamar la atención a los obispos homosexuales, manteniendo una política contraria a la delación.
“Existe un conflicto en la comunidad homosexual con la idea de denunciar a un obispo” -afirma. De hecho, afirma que un dirigente de Dignity le mostró una lista privada de 142 obispos “supuestamente” homosexuales. Algunos son célibes, otros no. Pero nunca se ha hecho nada al respecto.
Michael Mendola, de Dignity New York, dice que los sacerdotes homosexuales han mantenido la boca cerrada sobre la vida sexual de los obispos porque “no quieren poner en peligro sus relaciones con las diócesis”.
Pero algunos pueden cansarse de ser tan perseguidos que podrían romper el velo del silencio. Una vez que se conozca la noticia de la demanda de Hoatson, Sipe predice: “Creo que otros podrían continuarla”.
Queda por ver si eso sucede, por supuesto. Mientras tanto, la demanda de Hoatson debe llegar a los tribunales. Los abogados de Egan, Hubbard y Myers no respondieron una llamada telefónica del Voice en busca de comentarios para este artículo. Pero las cartas que enviaron al juez del Tribunal de Distrito de Estados Unidos, Paul Crotty, que preside el caso, sugieren que pretenden intentar desestimarlo por motivos legales. Como escribe Daniel Alonso, el abogado de Manhattan que representa a Egan y la arquidiócesis de Nueva York, en su carta del 19 de enero: “Proponemos tomar medidas para desestimar la demanda por no presentar un reclamo sobre el cual se pueda otorgar reparación”.
La demanda de Hoatson bien podría ser anulada antes de que llegue a una sala pública. Sin embargo, en el tribunal de la opinión pública, es posible que ya esté ganando. Los sobrevivientes, al menos, están apoyando al sacerdote, animándolo en listas de correo y foros de discusión en Internet, elogiándolo por su valentía más allá de lo imaginable. “El padre Bob no es ningún tonto -dice Regan- Es un sacerdote que tiene mucho que perder si presenta esta demanda”.
Y eso es justo lo que preocupa a algunos de sus aliados que piensan que ha cruzado la línea. Temen que sus acusaciones contra los obispos puedan resultar contraproducentes, socavando su credibilidad y, peor aún, el ministerio de sus víctimas. Un colega clérigo no duda de que los obispos han apuntado a Hoatson por denunciar irregularidades. Pero no logra entender por qué el sacerdote decidió incluir la sexualidad de los obispos en el asunto. “Una vez que haces esas afirmaciones, no hay vuelta atrás” -dijo el clérigo.
Para Hoatson, sin embargo, “todo se reduce a la verdad. Todo lo que quiere es salvar su iglesia -dice- y a veces hay que destruir algo para poder reconstruirla”.
“Respondo ante una autoridad superior, y esto es lo que Dios me ha pedido que haga -dijo- Dios me está llamando a desmantelar la locura y la corrupción”.
The Village Voice