sábado, 16 de junio de 2018

EL ODIO DEL FEMINISMO A LA MUJER


El odio que el feminismo, ideología propagandística malsana y contra la naturaleza, desencadenó contra el hombre incluso por su origen, desde fines del siglo XIX, continúa su camino destructor de la familia y de la convivencia social.

Por Cristina Siccardi

Desde que el mundo es mundo quien mata es un asesino, sea hombre o mujer. Sin embargo, el feminismo inventó el término «femicidio», un neologismo que identifica los casos de homicidio en los cuales la víctima es una mujer. El por qué; entonces, está fundamentado en el sexo (hombre/mujer), hoy denominado «género» (LGBT), dado que, para esta mentalidad anticientífica además de ser antinatural, existen múltiples formas de vivir la sexualidad.

El diccionario de lengua italiana Devoto-Oli, explica así el significado del término «femicidio»: «Toda forma de violencia ejercida 'sistemáticamente' sobre la mujer en nombre de una superestructura ideológica de matriz 'patriarcal', con la finalidad de 'perpetuar la subordinación' y de 'hacer desaparecer la identidad' a través del 'sometimiento físico o psicológico', hasta la esclavitud o la muerte».

En la legislación penal italiana el concepto surgió con el decreto-ley del 14 de agosto de 2013, N° 93 (convertido en ley el 15 de octubre de 2013, N° 119) que establece «Nuevas normas para la lucha contra la violencia de género que tiene como objetivo prevenir el femicidio y proteger a las víctimas».

Las primeras que utilizaron este vocablo, con la acepción moderna «asesinato de una mujer por parte de un hombre por odio, desprecio, placer o sentido de posesión de la mujer», fueron, en 1990, la docente feminista del Instituto Cultural Americano, Jane Caputi y la criminalista Diana E. H. Russell. En 1992 Russell usó nuevamente el neologismo en el libro escrito junto con Jill Radford, Femicide: The Politics of woman killing (Femicidio: El Sentido Político de la matanza de mujeres).

El autor identificó en el femicidio una categoría criminológica, o sea, una violencia extrema del hombre contra la mujer en cuanto mujer, es decir resultado de prácticas misóginas.

Los usos y costumbres de los musulmanes, de muchos países africanos y de otras regiones de la tierra, tienden a tener con relación a la figura femenina una actitud irrespetuosa, agresiva y a veces violenta. El Cristianismo, nacido de raíces judaicas, es la religión que introdujo un punto de referencia: el hombre y la mujer, cada uno con sus características naturales, son complementarios.

Pero no basta, la mujer, o sea, la Madonna, fue considerada digna por Dios de ser Su Madre y fue investida de un gran poder, aquel de expulsar y repeler la acción de Satanás. La mujer católica, por lo tanto, está llamada a seguir el ejemplo sublime de María Santísima, santa entre todas las mujeres, como Ella misma se definió en el Magnificat.

Eso que vemos cumplirse en los usos y costumbres de una civilización en otros tiempos cristiana y hoy apóstata es preocupante y dramático.

Las feministas crearon expectativas en las mujeres que van contra la naturaleza de sí mismas y de los hombres: una continua y exacerbada competición de roles; la búsqueda insatisfecha de estar libres de todo deber de pertenencia a un vínculo afectivo estable (que hace a la persona psicológicamente equilibrada); la elección de decidir por si mismas si matar o no al propio hijo en su vientre, la determinación de recortar siempre más amplios espacios para sí mismas en una espasmódica búsqueda de la vida social en detrimento de la doméstica, tanto en lo que respecta a los compromisos laborales como a los recreativos (pensemos en los gimnasios y en las discotecas frecuentadas a cualquier edad); el culto por el propio cuerpo y los respectivos gastos; la opción de liberarse sin consecuencias del propio cónyuge o compañero, aún cuando hayan traído hijos al mundo; hasta llegar, habiendo eliminado la identidad de ser mujer y de ser hombre, al aplauso a las uniones homosexuales. Estos son algunos de los desvíos a los cuales llegó el feminismo.

Los mandamientos de Dios fueron cancelados y el deicidio de nietzschiana memoria continúa su enloquecida cabalgata entre hombres y mujeres que se matan entre ellos, se suicidan y asesinan a sus mismos hijos aún no nacidos o ya en el mundo, como sucedió recientemente en Francavilla al Mare (Chieti), donde, desde el viaducto sobre la A14, Fausto Filippone de 49 años, manager de la fábrica de confecciones Brioni, arrojó la propia niña Ludovica de10 años, para luego, después de horas y horas entre la vida y la muerte, dejarse a su vez caer en el vacío.

Nuestra Señora y San José, Madre y Padre de la Iglesia, lloran recordando a los hombres y mujeres de buena voluntad de nuestro tiempo, lo que fue anunciado en Fátima y lo que Nuestra Señora del Buen Suceso, reveló, en el Monasterio de la Limpia Concepción de Quito, cuando el 21 de enero de 1610, día de la Virgen y Mártir Santa Inés, previó: “Con relación al sacramento del matrimonio, que es símbolo de la unión de Cristo con su Iglesia, será atacado y profundamente profanado. La masonería, que entonces estará en el poder, promulgará leyes inicuas con el objetivo de acabar con este Sacramento, facilitando a todos vivir en pecado y alentando la procreación de niños ilegítimos nacidos sin la bendición de la Iglesia. El espíritu cristiano se desintegrará rápidamente, extinguiendo la preciosa luz de la Fe, hasta llegar al punto de que habrá una corrupción casi total y general de las costumbres. En estos tiempos desgraciados, habrá una lujuria desenfrenada que mantendrá a las personas en el pecado y conquistará innumerables almas frívolas que se perderán. La inocencia casi no se encontrará en los niños, ni la modestia en las mujeres. En este momento supremo de necesidad de la Iglesia, aquellos que deberían hablar permanecerán en silencio”. 


CORRESPONDENCIA ROMANA


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