Quisiera pedir perdón —en mi nombre y en el de todos vosotros, venerables y queridos hermanos en el episcopado— por todo lo que, por cualquier motivo, por cualquier debilidad, impaciencia o negligencia humana, y también por la veces la aplicación parcial, unilateral y errónea de las directivas del Concilio Vaticano II, puede haber causado escándalo y perturbación en cuanto a la interpretación de la doctrina y la veneración debida a este gran sacramento. Y ruego al Señor Jesús que en el futuro evitemos en nuestra manera de tratar este misterio sagrado todo lo que pueda debilitar o desorientar de alguna manera el sentido de reverencia y amor que existe en nuestro pueblo fiel.
- Juan Pablo II, Letter Dominicae Cenae, n. 12 (1980)
Pero estos aspectos alentadores y positivos no pueden suprimir la preocupación por los variados y frecuentes abusos que se denuncian desde diferentes partes del mundo católico: la confusión de roles, especialmente en lo que se refiere al ministerio sacerdotal y el rol de los laicos (recitación compartida indiscriminada de la Plegaria Eucarística, homilías pronunciadas por laicos, laicos distribuyendo la Comunión mientras los sacerdotes se abstienen de hacerlo); una pérdida creciente del sentido de lo sagrado (abandono de las vestiduras litúrgicas, Eucaristía celebrada fuera de la iglesia sin necesidad real, falta de reverencia y respeto al Santísimo Sacramento, etc.); incomprensión del carácter eclesial de la Liturgia (uso de textos privados, proliferación de Plegarias Eucarísticas no aprobadas, manipulación de los textos litúrgicos con fines sociales y políticos). En estos casos nos encontramos ante una verdadera falsificación de la liturgia católica….
Ninguna de estas cosas puede traer buenos resultados. Las consecuencias son, y no pueden dejar de ser, el menoscabo de la unidad de la Fe y el culto en la Iglesia, la incertidumbre doctrinal, el escándalo y el desconcierto del Pueblo de Dios, y la casi inevitable reacción violenta.
—Juan Pablo II, Instruction Inaestimabile Donum, Prólogo (1980)
En ocasiones se han señalado omisiones o adiciones ilícitas, ritos inventados fuera del marco de las normas establecidas; posturas o cantos que no conducen a la fe o al sentido de lo sagrado; abusos en la práctica de la absolución general; confusión entre el sacerdocio ministerial, ligado a la Ordenación, y el sacerdocio común de los fieles, que tiene su fundamento en el Bautismo. No se puede tolerar que ciertos sacerdotes se atribuyan el derecho de componer oraciones eucarísticas o de sustituir textos de la Sagrada Escritura por lecturas profanas. Iniciativas de este tipo, lejos de estar vinculadas con la reforma litúrgica como tal, o con los libros que han surgido de ella, la contradicen directamente, la desfiguran y privan al pueblo cristiano de los auténticos tesoros de la Liturgia de la Iglesia. . [N.O.W. comenta: Y le corresponde al Papa erradicar a los obispos desobedientes.]
-Juan Pablo II, "Carta Apostólica" Vicesimus Quintus Annus, n. 13 (1988)
El lugar del obispo en la misión santificadora de la Iglesia le lleva a tener una especial preocupación por la observancia de la ley litúrgica en su diócesis… Desgraciadamente, los excesos en un sentido u otro han llevado a una cierta polarización dentro de las comunidades. …La vitalidad espiritual de vuestras comunidades depende mucho de la celebración digna y digna de la liturgia. En todo esto necesitáis el apoyo y la ayuda de vuestros sacerdotes y de todos los fieles, pero la mayor responsabilidad está en vosotros que habéis recibido la plenitud del sacramento del sacerdocio.
—Juan Pablo II, Address to Episcopal Conference of Australia, n. 3 (1993)
Repasar lo que se ha hecho en el campo de la renovación litúrgica en los años posteriores al Concilio es, en primer lugar, ver muchas razones para agradecer y alabar de corazón a la Santísima Trinidad por la maravillosa conciencia que se ha desarrollado entre los fieles de su papel y responsabilidad en esta obra sacerdotal de Cristo y su Iglesia. Es también darse cuenta de que no todos los cambios han ido siempre y en todas partes acompañados de la necesaria explicación y catequesis; como resultado, en algunos casos ha habido una mala interpretación de la naturaleza misma de la liturgia, lo que ha llevado a abusos, polarización y, a veces, incluso a graves escándalos.
—Juan Pablo II, Address to Episcopal Conference of the United States, n. 1 (1998)
Desafortunadamente, junto a estas luces, también hay sombras. En algunos lugares se ha abandonado casi por completo la práctica de la adoración eucarística. En varias partes de la Iglesia se han producido abusos, lo que ha llevado a la confusión con respecto a la sana fe y la doctrina católica sobre este maravilloso sacramento. A veces uno se encuentra con una comprensión extremadamente reduccionista del misterio eucarístico. Despojado de su significado sacrificial, se celebra como si fuera un simple banquete fraterno. Además, a veces se oscurece la necesidad del sacerdocio ministerial, fundado en la sucesión apostólica, y se reduce el carácter sacramental de la Eucaristía a su mera eficacia como forma de anuncio. Esto ha llevado aquí y allá a iniciativas ecuménicas que, aunque bien intencionadas, entregarse a prácticas eucarísticas contrarias a la disciplina con la que la Iglesia expresa su fe. ¿Cómo no expresar un profundo dolor por todo esto? La Eucaristía es un don demasiado grande para tolerar la ambigüedad y la depreciación.
- Juan Pablo II, Iglesia "Encíclica" Ecclesia de Eucharistia, n. 10 (2003)
A este respecto, no es posible callar sobre los abusos, incluso muy graves, contra la naturaleza de la liturgia y los sacramentos, así como contra la tradición y la autoridad de la Iglesia, que en nuestros días plagan no pocas veces las celebraciones litúrgicas en un ambiente eclesial u otro. En algunos lugares se ha vuelto casi habitual la perpetración de abusos litúrgicos, hecho que evidentemente no puede permitirse y debe cesar.
-Juan Pablo II, Instrucción Redemptionis Sacramentum, n. 4 (2004)