viernes, 10 de marzo de 2017

VERDADES Y MENTIRAS SOBRE LA TRANSEXUALIDAD



No existe el tercer sexo. Sino dos únicos sexos: varón y mujer. Y el transexual, término que introduce en la Medicina el endocrinólogo norteamericano Harry Benjamin, se refiere a pacientes con patologías congénitas, pero no a la existencia de un tercer sexo. De hecho, Benjamin consideraba que la persona de sexo ambiguo debía ser tratada y corregida de acuerdo con la identidad de género predominante: varón o mujer.

Pero con el tiempo, el término médico ha ido distorsionándose en manos de los colectivos LGTB hasta adquirir un significado social, cultural y político que poco o nada tiene que ver con aquellos casos patológicos –por otro lado, sumamente excepcionales, como acredita la literatura médica-.

Resumimos en diez puntos lo que la ciencia dice al respecto.

1. Las personas nacen varones y mujeres, no hay término medio.- Lo primero que constatan la Medicina (a través de la genética, urología, ginecología, pediatría) es que las personas nacen o varones o mujeres, no existe término medio. ¿Por qué?
Porque “la sexualidad humana es un rasgo biológico objetivo binario (…) La norma del diseño humano es ser concebido como hombre o como mujer”, así lo afirma el Colegio Americano de Pediatras.
Y es binaria por definición porque su finalidad más elemental no es otra que la reproducción y crecimiento de la especie. Un principio evidente por sí mismo.




2. No nacen niños con vulva y niñas con pene. Los primeros nacen con los atributos sexuales masculinos y las segundas con los femeninos. Así lo certifican urología, la ginecología y la pediatría.
Otra cosa es que posteriormente se operen los genitales, pero es científicamente inexacto decir que nacen niños con vulva y niñas con pene.




3. Operarse no equivale a cambiarse de sexo.- Es preciso distinguir entre sexo (que es un concepto amplísimo que abarca lo psicológico y no sólo lo hormonal) y la genitalidad. Una persona puede cambiarse los genitales pero no el sexo. Porque la identidad sexual es un hecho objetivo enraizado en la naturaleza específica de la persona, que afecta a numerosos aspectos y no sólo a los niveles hormonales o genitales.
Eso significa que hay varones que se operan pero siguen siendo varones, pero sin el aparato reproductor masculino y mujeres que se operan pero sigue siendo mujeres, pero con atributos sexuales masculinos.




4. Algunos padecen trastornos de ambigüedad genital, pero siguen siendo varones (ellos) y mujeres (ellas).- Existen trastornos de ambigüedad genital o anomalías de los cromosomas sexuales.
Se trata, por ejemplo, de la feminización testicular, llamada también Síndrome de Morris o síndrome de insensibilidad de los andrógenos.
Y se da la hiperplasia suprarrenal congénita, trastorno que afecta las glándulas suprarrenales, las cuales producen hormonas, como el cortisol, la aldosterona o las hormonas sexuales.
Las niñas que tienen ese trastorno podrían nacer con genitales ambiguos. Es decir, que sus genitales pueden parecer más de hombre que de mujer. Pero no son de varón.
Eso no significa que en esos casos, los varones carezcan de testículos y pene y las hembras de sus órganos reproductores. Cada uno tiene los órganos reproductores propios de su sexo, pero pueden ser más pequeños de la normal, estar atrofiados o estar ocultos.




5. Y además son estadísticamente poco relevantes.- Se trata de desviaciones de la norma sexual binaria, raros e infrecuentes: Pueden llegar a un caso de cada 99.000
Este tipo de trastornos son muy raros y aislados, como se puede comprobar en el catálogo de trastornos genéticos de Omin (Online Mendelian Inheritance in Man). Se trata de desviaciones (término médico sin connotaciones despectivas) de la norma sexual binaria, como quien nace con malformaciones congénitas. Pero numéricamente son muy excepcionales. Tanto que son estadísticamente poco relevantes (desde 1 caso por cada 1000 hasta 1 de cada 99.000).
Así, entre las anomalías de los cromosomas sexuales, como por ejemplo el síndrome de kinefelter 48, XXXY (infertilidad y testículos atróficos) la incidencia es de 1 por cada 25.000 varones; o el hermafrodistimo verdadero (es decir que son cromosómicamente mujeres pero fenotípicamente varones) la incidencia es de 1 por cada 20.000.
En el caso de las mujeres, tenemos el síndrome de Swyer, una disgénesis gonadal por la que no llegan a desarrollar características femeninas secundarias, y la incidencia es de una cada 20.000.
Y respecto a la mencionada feminización testicular, anomalía en los genes que intervienen en el desarrollo sexual, la incidencia llega, según algunos autores, a 1 por cada 99.000 varones.
Otras anomalías son tan excepcionales que los rarísimos casos que se han dado no son suficientes para elaborar estadísticas: como el pseudohermafroditismo masculino (técnicamente hipospadia seudovaginal perineoscrotal) o la hipoplasia de las células de Leydig.




6. Las intervenciones quirúrgicas en los casos de ambigüedad sexual no son para cambiar de sexo, sino confirmar el sexo dominante.- No es lo mismo operarse porque alguien dice que se siente varón en cuerpo de mujer o viceversa (es decir no por problema físico sino psicológico) que operarse para reconducir una sexualidad ambigua. Es el caso de quienes nacen con hiperplasia adrenal congénita (una variante de la cual es el síndrome de insensibilidad andrógena), los que sufren mosaicismo, quimerismo u otra causa congénita de identidad sexual mixta.
En estos casos la cirugía sirve para confirmar a una persona en el sexo “dominante” y, por lo tanto, para corregir una condición patológica. En puridad, eso no sería cambiar de sexo sino más bien confirmar lo que era originariamente ambiguo.




7. La disforia de género es otra cosa: es un problema psicológico, no físico.- Es cierto que determinadas personas dicen identificarse con el otro sexo, pero ese no es un problema genético o físico, sino psicológico.
De hecho, siguen siendo varones y mujeres, porque nadie nace con un género, sino con un sexo biológico. El género (la conciencia y sentimiento de uno mismo como hombre o mujer) es un concepto sociológico y psicológico, no un concepto biológico objetivo.
En esos casos se puede hablar de disforia de género. Un trastorno psicológico recogido en el Manual de Diagnósticos y Estadísticas de la Asociación Americana de Psiquiatría. Pero ellos tienen pene y ellas, vagina. Y su problema no se soluciona sometiéndose a tratamiento hormonal o pasando por el quirófano.
En unas declaraciones a Actuall, el catedrático de Genética, Nicolás Jouvé señalaba que tal cosa “supone un abuso total” pues lo que hacen “las campañas de la Ideología de Género es tomar casos patológicos y además sumamente raros, para justificar la idea de que se puede elegir el sexo a voluntad, y para manipular a los menores y a los padres”




8. Es un grave error hormonar a adolescentes que dicen ser transgénero.- Ese tipo de trastornos de disforia o de confusión de la sexualidad son transitorios y pueden remitir en la edad adulta, por lo que resulta contraproducente hormonar a púberes o adolescentes insatisfechos con su género.
La inmensa mayoría de niños y niñas que durante la infancia confunden su género, terminan aceptando su sexo biológico una vez pasada la pubertad. Hablamos del 98% de los varones y del 86% de las mujeres. Así lo subraya el Colegio Americano de Pediatras.
Resulta, por lo tanto, contraproducente someter a adolescentes a operación de cambio de sexo o la administración de hormonas sexuales como la testosterona y los estrógenos del sexo opuesto, porque la confusión de género de la infancia se suele corregir después de la adolescencia.
Como subrayaba el profesor Richard B. Corradi, (profesor de Psiquiatría de Cleveland) en un trabajo publicado en The Federalist, es contraproducente hormonar a esos adolescentes o someterles a cambio de sexo, del mismo modo que no se les impone una dieta de reducción de peso a quienes tienen una percepción irreal de sí mismos, como las que se creen obesas. Y de hecho, se diagnostica la anorexia como un trastorno psiquiátrico y se la trata apropiadamente con psicoterapia.
Y aún es más grave someter a estos tratamientos a niños preadolescentes cuyo pensamiento prelógico difumina los límites entre la fantasía y la realidad.




9. El apoyo de los poderes públicos a la transexualidad equivale al “abuso infantil. Así de tajante se expresa la doctora Michelle Cretella, presidenta del Colegio Americano de Pediatras. Estas son sus palabras: “cuando las instituciones académicas, médicas y otras de carácter público promocionan la toma de hormonas tóxicas y la extirpación quirúrgica de partes del cuerpo sanas como parte de la asistencia sanitaria para los niños acaban involucrados en el abuso infantil institucionalizado”.
El Colegio Americano de Pediatras publicó en marzo de 2016 una declaración que desacredita la ideología de género y recoge los datos científicos y médicos que muestran que transgenerar a los menores “daña a los niños”.




10. Alentar el cambio de sexo puede abocar a los menores a un destino con graves riesgos de salud.– Es importante que los padres sepan que las tasas de suicidio son veinte veces mayores en los adultos que usan hormonas del sexo opuesto y/o se someten a una cirugía de cambio de sexo.
De forma que alentar el cambio de sexo en menores equivale a abocarles a un futuro con graves riesgos para su salud. Así lo advierte el Colegio Americano de Pediatras: muchos niños elegirán una vida “llena de hormonas cancerígenas y de productos químicos tóxicos nada recomendables para la salud”; y muchos de ellos “elegirán la mutilación quirúrgica, innecesaria, de partes de su cuerpo perfectamente sanas en su juventud”




Juan Robles / Actuall


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