lunes, 29 de noviembre de 2010

MONSEÑOR RUBÉN OSCAR FRASSIA: ¿“ADMINISTRADORES” O “PATRONES”?




        
        
Hoy estamos hablando de la segunda venida del Señor y de la actitud que tenemos que tener con respecto a esa venida. Una actitud de vigilancia, de estar atentos, de estar alertas.



Domingo 28 de noviembre de 2010 - 1º de Adviento


Evangelio según San Mateo 24, 37-44 (ciclo A)

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: ‘Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estén en vela, porque no saben qué día vendrá el Señor.
Comprendan que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Por eso, estén también ustedes preparados, porque a la hora que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre”’

¿“Administradores” o “patrones”?

Comenzamos un nuevo ciclo litúrgico; corresponde al Ciclo A y en él compartimos el Evangelio de San Mateo. Hoy estamos hablando de la segunda venida del Señor y de la actitud que tenemos que tener con respecto a esa venida. Una actitud de vigilancia, de estar atentos, de estar alertas. Estar con el corazón abierto, la mente iluminada y con las obras bien dispuestas. Tenemos que estar prevenidos, es cierto, porque no sabemos cuándo será el final.

Quiero decirles algo que para mí es muy importante: a cada uno de nosotros se nos dio la vida, a ninguno se nos preguntó si queríamos nacer; hemos nacido por el amor de Dios y por el amor de nuestros padres; la vida se nos fue dada. Así es que empezamos a tomar conciencia de ella, a crecer en ella, a desarrollarla, a ver cosas buenas y cosas malas; empezamos a trabajar el don que todos nosotros hemos recibido.

Pero hay actitudes que tenemos que asumir y dependerá de cómo uno se ubique para ver cómo será luego la respuesta. Yo tengo estas dos formas: una es ser “administrador” y la otra es ser “patrón”.

El “administrador” sabe que ha recibido: recibe, lo trabaja, lo hace crecer y luego da cuentas, rinde cuentas, tiene que explicar lo que ha hecho con su propia vida, con sus intereses recibidos.

El “patrón”, que ya vive más independientemente y de un modo más despótico, no rinde cuentas porque cree que todo depende de él, de su astucia, de su capacidad y de sus logros.

Yo les pregunto: ¿cómo nos ubicamos?, ¿Cómo administradores o como patrones? Y esto es a todo nivel; a nivel personal y después las cosas públicas que desarrollamos. Por ejemplo, yo obispo ¿soy administrador? ¿lo hago trabajar?, ¿cuido mi diócesis? Porque un día voy a rendir cuentas. El sacerdote, lo mismo; los párrocos, lo mismo; las religiosas, lo mismo; y ustedes fieles laicos, lo mismo; sus familias, sus esposas, sus esposos, sus hijos. ¡Todos nosotros! ¡Ninguno puede eximirse de este regalo y este “dar cuentas”! porque “en el atardecer de nuestras vidas, todos vamos a ser juzgados en el amor”, que de eso no nos quepa la menor duda.

Ahora bien, si yo me ubico como “administrador” y no como “patrón”, tampoco sé cuándo voy a rendir esas cuentas; por lo tanto tengo que tener todo ya preparado porque, si me llaman rápido, rápido tendré que presentarme.

Y es así que, como no sabemos ni el día ni la hora, es importante vivir este presente en la presencia de Dios, sabiendo que nos espera pero también creyendo que esto es lo último que voy a alcanzar. Por eso siempre digo que las cosas hay que darlas en vida; que en la vida hay que amar, en la vida hay que servir, en la vida hay que obedecer, en la vida hay que sacrificarse y entregarse por Dios y por los demás.

Que seamos todos buenos administradores, porque no sabemos ni el día ni la hora; y que no nos tome de sorpresa, porque todavía tenemos tiempo para corregir nuestro andar.

Que Dios los bendiga y que tengamos todos un buen Adviento: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén



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