lunes, 29 de noviembre de 2010

MIGUEL ESTEBAN HESAYNE: LA IGLESIA Y SU MISIÓN SOCIAL-POLÍTICA




La Fe Cristiana es operativa, sino, no es Fe en Jesús y su Evangelio. Por eso, es iluminación e impulso para actuar. También, en el campo social-político hasta desarrollar en cada cristiano una praxis solidaria.


Homilía 29.11.2010

El discípulo de Jesús conoce lo elemental de la enseñanza bíblica: Dios ha creado todas las cosas de este mundo para el bien de todos y cada uno de los seres humanos. Desde la primera página de la Biblia, el Dios de Jesucristo se muestra preocupado por el bienestar de la humanidad entera. Es un Dios “humano”. A tal punto que se hace perfecto hombre para emplear toda su fuerza divina en liberar a “todos los hombres y a todo el hombre” de todos los males en esta condición histórica. Para ésto, elige un “pueblo” que, a medida que se vaya liberando, se transforme en liberador de todos los demás pueblos. Ayer fue Israel, hoy es la Iglesia, el Pueblo de Dios al servicio de la humanidad, como la declaró Paulo VI al clasurar el Concilio Vaticano II.

Por eso, la Comunidad cristiana, desde sus orígenes, asumiendo su misión de Pueblo de Dios, se reúne para educarse con la Palabra de Dios y saber vivir de acuerdo al proyecto de quién ha creado este mundo; para no caer en falsos proyectos creados por quiénes no buscan el bien de todos, sino el propio interés en un individualismo exacerbado y hasta feroz, que lleva al hombre a pensar sólo en sí mismo.

Para caminar por el sendero que señala la Biblia, dónde se va descubriendo el auténtico proyecto humano y humanizante, la Iglesia, desde que aparece en la historia, a través de sus comunidades, examina la sociedad en la está surgiendo, la sociedad con la que se está relacionando, la sociedad que la está influyendo, la sociedad a la que está llamada por misión, a transformar en nueva civilización solidaria, justa y fraterna. Ver, descubrir, conocer, tomar conciencia de los móviles profundos, los intereses reales de la sociedad de donde actúa la comunidad cristiana, es la primera instancia de una Comunidad animada por la Fe en Jesús y su Evangelio. Por eso, hoy, en toda Comunidad cristiana, cada hombre o mujer que pretenda ser discípula/o del Divino Maestro, Jesús, ha de crearse un espacio para preguntarse sobre los criterios y actitudes de quiénes los rodean y/o se relacionan. Sin llegar a ser analista social ó político, ha de tomar conciencia de la nueva época, la nueva cultura, que se está viviendo. Ha de saber discernir su bondad ó su maldad. ¿Podemos los cristianos, pretender seguir a Jesús, como hace 50 años atrás, sin tomar conciencia de los profundos cambios de época que el Concilio Vaticano II nos lo viene anunciando?- A poco que reflexionemos sobre qué mundo vivimos, comprobamos que se están dando cambios no periféricos o meramente coyunturales sino que además de rápidos y desconcertantes son globales y profundos.

¿ Quedaremos cargados de simple preocupación y estériles lamentos ante el preciso y fuerte juicio de un sabio analítico de los signos de tiempos, que nos describe el mundo que vivimos: como un “mundo sin alma que se nos obliga a aceptar como único posible; no hay pueblos, sino mercados, no hay ciudadanos, sino empresas; no hay ciudades, sino aglomeraciones, no hay relaciones humanas, sino competencias mercantiles”?- (1) Frente a esta cultura dominante y dominadora, cargada de individualismo y de consumismo; frente a una economía sin ética que desemboca en una economía salvaje, al decir de Juan Pablo II; frente a una corrupción generalizada con la secuela de sobornos, robos, drogadicción, inseguridad e impunidad; frente al desprestigio de dirigentes políticos y hasta de los mismos partidos políticos, necesitamos recrear una cultura humana y humanizante. Y ésta es misión de cada cristiano. Urge re-agruparse en torno a la Doctrina Social de la Iglesia, ícono del Evangelio, para afrontar el reto de proyectos inhumanos y ofrecer alternativas de una sociedad solidaria, justa y fraterna, colaborando con gente de buena voluntad o tomando la iniciativa de construir un mundo digno y habitable.

(1) Eduardo Galeano


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